sábado, 18 de febrero de 2017

Hablemos de: Enter the Void

Mientras que la historia de película puede funcionar fluidamente, puede que su cinematografía no resalte, hay ocasiones en que un buen guion se filma con una simplicidad estática, plano tras plano tras plano, con movimientos básicos de cámara y expresión puramente actoral. Sin embargo hay cintas que realizando magistral uso de movimientos de cámara, fotografía y montaje, quedan grabadas en nuestras retinas, marcándonos con una imagen o secuencia que nos acompaña el resto de nuestra vida.

En mi caso la película que impregnó en mí el poder de sus imágenes es: "Enter the Void" de Gaspar Noé.

Siendo la segunda película que vi de este director, pude notar que su genialidad radica en la manera de contar sus historias, en "Irreversible" su uso de la narrativa nos envuelve en un espectáculo incómodo pero inquietante de ver. En "Enter the Void" nos encontramos frente a una experiencia cinematográfica "psicodélica" que absorbe al espectador a través de fases, nos pierde en un mar de emociones que se trasmiten de una manera tan cruda pero a la vez íntima, que la tragedia que viven los personajes se siente más real, no maquillada ni endulzada como muchas cintas suelen hacer, sino que aprovecha un guion especial para grabarle de manera única.

La película trata las vidas de Oskar y Linda, dos hermanos que naufragan una vacía existencia hilada de decepción en decepción, dos de las dos millones de personas que viven en Tokio, él siendo un comerciante de droga y ella trabajando en un burdel. A partir de este punto hablaré de las etapas por las que nos guía el filme intentando con todo rigor no dar spoilers, más bien una forma explicativa rápida de cómo se estructura la narración, aun así si usted querido lector no quiere arruinar su experiencia ni con el más mínimo detalle le recomiendo que tenga precaución.

Empezamos viendo (literalmente) el mundo como lo ve Oskar, un joven comerciante y consumidor de droga que vive en los barrios bajos de la gran ciudad de Tokio; nuestra mirada es la suya ya que durante el primer fragmento de la cinta se apuesta por la cámara subjetiva, así es como vemos una noche normal en la vida de nuestro protagonista, una noche llena de la vivacidad e iluminados colores de neón que nos ofrece esta ciudad. Durante esta etapa el despliegue visual es embriagante pero mundano a la vez, el establecimiento de personajes y escenarios queda claro y al poco rato podríamos aburrirnos con una técnica difícil de manejar. La contrariedad de usar cámara subjetiva llega a la hora de mantenernos entretenidos todo el tiempo, el uso de esta técnica nos permite más que acompañar al protagonista, ser el protagonista y como tal tendría que estar en situaciones interesantes todo el tiempo y siendo realistas nadie puede tener un día totalmente interesante, acciones como comer, caminar de un lado a otro, estar 15 minutos en el bus o esperarlo en el paradero son eventos del día a día que nos aburren hasta a nosotros mismos, siendo ese el caso si la audiencia viera tales cosas se aburriría todavía más.

Pero una vez acostumbrados a este estilo la cámara nos arranca del mundo de Oskar para mostrarnos uno más amplio, es un contraste interesante porque pasamos de una visión intima a una global, omnipresente.  Ahora la cámara nos lleva por Tokio como si de un ente se tratara, grabando los acontecimientos subsecuentes en plano cenital, es como si pudiéramos ver todo desde arriba, como si pudieras observar desde un puesto privilegiado las vidas de todos los que te plazca sin que ellos puedan verte a ti, aunque claro, esas vidas se reducen a los personajes que a partir de ahora guían a la historia.

Pasamos así otro tramo de la película, con una sensación de omnipresencia, de poder ver todo pero no conectar con nada, después de todo esta técnica tiene su precio y es que la sensación de ver a los protagonistas desde este punto de vista es de desapego, son seres patéticos perdidos en una ciudad que seguiría siendo la misma con o sin ellos, personas que viven en lo más bajo de la inmundicia y el desorden. Una vez más nos enfrentamos al riesgo de aburrirnos con esto pero de nuevo, al instante en que nos vamos acostumbrando la cámara vuelve a arrancarnos de una realidad para llevarnos a otra.

Si antes vimos la vida desde el punto de vista de Oskar y luego un punto de vista global y desapegado, ahora vemos un punto de vista retrospectivo, más emotivo, más empático. Una especie de vuelta al estilo subjetivo pero esta vez fuera de Oskar, a sus espaldas, viendo no sólo lo que él ve sino siendo parte de la escena, hablo en serio cuando digo que nunca en mi vida estar detrás de alguien ha sido tan entretenido ya que durante los siguientes minutos solo vemos la nuca del chico y todo lo que pasa delante suyo. Esta etapa se caracteriza por ser tan fugaz y a la vez tan próxima con  los protagonistas, ahora podemos entender su dolor, su tragedia, empatizar con ellos y comprender el porqué de su situación, es fugaz porque da saltos de escena en escena a través del tiempo; por un segundo los vemos como niños, por otro como jóvenes, por otro aún son jóvenes pero en un etapa diferente de su vida, luego un momento distinto, luego vuelve a ser niños y así las escenas pasan en apenas unos segundos (los más importantes de sus vidas) y se siente tan conciso pero a la vez tan íntimo que es imposible no dejarnos envolver por su tragedia, su emoción.

Y una vez que pasamos como seres atemporales por el infortunio que fueron sus existencias ¿Qué queda? pues atar cabos sueltos, volvemos al "presente" y la historia nos guía por los secundarios, los asuntos sin resolver o escasos de explicación pero a la vez llega un problema: la película ya no es interesante. Las horas anteriores que visualizamos el filme seguimos un sentido, en especial en la segunda etapa cuando la cámara seguía como un ente a los personajes tenía un fin, algo que mostrar, las reacciones y rumbos que toman respecto a un suceso de la trama que no voy a rebelar. En cambio, una vez contada toda su historia la cámara ya no sabe a dónde ir, qué dirección tomar, a quién seguir porque ya vimos lo que teníamos que ver, hay momentos en que la vista solo queda volando en el aire como esperando que algo suceda para poder seguirlo pero ya no es lo mismo, se siente lento y forzado. En este punto me di cuenta de un gran problema en el producto: el guion.

Si hay un motivo por el cual preferí hacer un "Hablemos de:" en vez de una "Recomendación:" respecto a esta película es que da para debate, como expresé anteriormente es una de las mayores experiencias cinematográficas que experimenté, pero a pesar de eso dudo a la hora de recomendarla ya que ni yo mismo la disfruté en su totalidad. El motivo de esto son los últimos 40 minutos en los cuales la trama pierde su ritmo, su sentido; esto se debe a que desde la gestación del proyecto su guion presentaba una gran contrariedad, por un lado no es un guion cualquiera y siempre aplaudiré la forma en que lo llevaron a cabo, pero por otro lado su estructura arriesgó mucho para al final darnos poco.

Veámoslo de esta manera, un guion está compuesto por tres actos: Inicio, nudo y desenlace, somos conscientes de que en el inicio se presentan los personajes, escenarios, tiempo y necesidades. En la segunda parte: nudo, estos personajes y su necesidad se ven enfrentados por algo o alguien lo cual crea un conflicto, ellos deben resolver/enfrentar el conflicto para saciar su necesidad. Finalmente en el desenlace sus necesidades son saciadas pero a cambio muchas cosas tuvieron que suceder, el personaje ya no es el mismo que cuando inició la historia, ahora a pasado por un desarrollo que lo transformó en cierta medida. Estos son los tres actos que todo guión presenta; sin embargo, en "Enter the Void" esta estructura no existe, es reemplazada por otra que entretiene pero no termina porque no da espacio a un final.

La estructura de esta cinta se divide en dos partes: acontecimiento y "cómo llegamos al acontecimiento"; durante la primera parte las cosas suceden como en toda película sucederían, conocemos los personajes, el espacio y el tiempo; las cosas avanzan de manera normal hasta que acurre hecho que cambia el rumbo de la historia, en este punto de otra cinta empezaría el nudo, pero ya sabemos no hay uno nudo aquí, sino que vemos las reacciones de los personajes ante el hecho y saltamos a su pasado donde nos explican cómo llegaron a estar en la situación en la que se encuentran. Acontecimiento y "como llegamos al acontecimiento", es entretenido, rápido pero efectivo, nos toca fibras sensibles conocer toda su historia pero una vez volvemos al presente no hay nada más que mostrar, solo fue un suceso que pasó a ser explicado, sin viaje, sin desarrollo de personajes ni enfrentamiento a algo nuevo, porque tal cosa no existió jamás en el guion, solo es la vida de dos personas.

Este es el punto que hizo caer en picada para mí el tramo final de la cinta, a pesar de eso siempre la tendré entre mis cintas favoritas y cuando se trate de volver a experimentar una combinación de técnicas y conceptos únicos, volveré a "Enter the Void"; una película que me hizo elevar a niveles estrambóticos en lo que estimulación visual se refiere, una cinta tan llena de colores y emociones que embriaga pero que al igual que toda fiesta, cobra factura al final, un final que siempre sentiremos inconcluso, un final a una historia que no puede tener uno porque no existe, solo un vacío en el existencial que nos da Gaspar Noé.

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