sábado, 31 de diciembre de 2016

Hablemos de: Alejandro González Iñárritu

¿Nunca han sentido como si el cine estuviera demasiado estilizado? Como si cierto conjunto de películas tuviera que tener obligatoriamente ciertos elementos para poder asegurar la ida de espectadores al cine y por consiguiente, el éxito deseado. Es obvio que un género consta justamente de eso, de ciertas características y elementos que se encargan de generar una sensación en común, ya sea la oscuridad y sonido tensionante en las películas de terror o las miradas esperanzadoras enmbellecidas con violín en los dramas.

Sin embargo lo que vengo a recalcar aquí no es la queja hacia dichos elementos, al contrario de ello, busco defender estos componentes puesto que creo que al día de hoy los géneros más que trabajarlos se han visto reducidos a ellos. Sin duda creo que los géneros más afectados por esto son el terror, la comedia y en cierta medida, el drama.

Es este último del que quiero hablarles hoy ya que veo cada vez más personas intolerantes hacia este apartado, la imagen predeterminada que tenemos de una familia rota pasando por problemas ante una pérdida, un extravío, o simplemente la aceptación de la vejez ha hecho que cada vez más personas tilden a esta variedad como "cursis", "aburridos" y muchas veces "predecibles" y no los culpo, pocas son las veces en que no vemos a la familia feliz ante un amanecer o atardecer con una nueva perspectiva de la vida que los ha hecho madurar espiritual y/o emocionalmente. Como dije antes, están muy estilizadas, maquilladas, reducidas hacia este tipo de tramas o personajes, tal es su simplificación que hasta los posters de estas películas son un cliché en sí.

Y es en este punto donde vengo a hablar de uno de mis directores favoritos: Alejandro González Iñárritu. Cada que veo una de sus películas estoy conciente de que veo un drama, y sin embargo lo siento diferente, siento que sus personajes, sus conflictos, sus tramas llegan más a mí que otros filmes del mismo género, logro una identificación mucho más profunda y por lo tanto una mayor empatía, lo que termina transmitiendo el conflicto de los protagonistas a nosotros con mayor intensidad.
Las primeras veces que vi sus películas sabía que había algo distinto, la estética, la sequedad de sus escenas, su crudeza, pero más allá de eso sentía algo más, solo que me constaba trabajo identificar qué. Después de explorar un poco más en su historia, su vida, sus opiniones y reflexiones y volver a ver sus películas una y otra vez me vi ante la respuesta que disipó mis dudas: humanidad. Sus personajes están cargados de una humanidad única que cuesta verla en otras historias, o al menos, que la expresen de la misma manera. Ahora, cuando me refiero a humanidad quiero que no nos confundamos en el término; "humanidad" es muchas veces vista como el lado bondadoso, carismático y caritativo de las personas, pero creo francamente que esa es una simplificación a la extensión total del término; "humanidad" implica todo lo relativo al sentir humano, un sentir que tal como puede hacernos crear cosas hermosas puede llevarnos a perpetuar grandes atrocidades, más allá del sentir compasión y alegría, la humanidad también es sentir ira y odio.

Y tal como mencioné antes, de los pocos que creo pueden captar esa humanidad es Iñárritu, y la forma más directa de hacerlo es a través de sus personajes. Usemos "Amores Perros" como ejemplo en esta ocasión. Para quienes no conocen la película es su primer largometraje estrenado en el año 2000 y retrata las distintas historias de tres protagonistas, estas se van entrelazando hasta llevar a un punto en común, un conflicto que afectará drásticamente los planes que todos tenían. A diferencia de otras cintas del género donde sentimos a los personajes como víctimas de un mundo injusto, donde pierden a su madre o esposa, donde la búsqueda de trabajo como corredor de bolsa se ve dificultada con la crianza de un hijo en los barrios bajos de New York, donde los protagonistas muestran lo mejor de sí para dar el ejemplo a su familia, amigos, compañeros o sociedad; en las historias de "Amores Perros" no es así, los protagonistas pueden ser tanto víctimas como victimarios.
Tomemos en cuenta la primera de las historias y mi favorita, la de Octavio y Susana. ¿Qué pensarían ustedes si supieran de un hombre que ama tanto a una mujer que está dispuesto a aceptar su pasado y todo lo que ello implica, incluyendo la responsabilidad de cuidar a su hijo? muchos lo verían como un acto puro de romance; pero no acaba ahí, el dinero con el que piensa cuidarlos es ganado ilegalmente: participando de peleas callejeras de perros. Preguntando a compañeros míos vi que la reacción cambia rápidamente, Octavio pasa de ser una persona romántica y valiente a un desgraciado maltratador animal, pero eso es justamente lo que me agrada de la película, no se expresa en términos de "bueno o malo" sino en el conflicto de un personaje que busca seguir hacia adelante, sin importar qué o quienes busquen detenerlo, lo que importa es si lo logrará más allá de la cuestión de si lo que hace es correcto o no; y muchas veces nosotros nos hemos visto envueltos en conflictos similares, donde tenemos que romper las reglas para poder adaptarlos y lograr nuestros objetivos.

Los personajes de Iñárritu no son perfectos, no son víctimas, no son "villanos" que busquen hacer daño a otros por el placer o por un acto egoísta, son personas con deseos, pasiones, miedos y luchas; que tienen que seguir adelante. En "Babel" somos testigos de la pacificación de una pareja deconstruida pero no de una manera fugaz o al contrario tediosa, son las condiciones extremas las que los llevan a la reconciliación. Por otro lado, la desgarradora historia que tiene lugar en Japón: Chieko, una adolescente sordomuda que solo quiere ser aceptada y querida en una ciudad tan llena de adolescentes que solo buscan diversión; esta fácilmente podría ser la trama de un drama adolescente que a la larga será olvidada y perderá popularidad, pero no es así, esta historia nos muestra que más allá de dramas adolescentes y conflictos juveniles la juventud también afronta sus problemas y sufrimientos. No se simplifica al típico "quiero ser querida y no encajo en ninguna parte" bajo el que se suele etiquetar tanto a los jóvenes como a sus historias.

La crudeza es también uno de los componentes del cine de Iñárritu y no es exclusivo de él, no es originario de él si quiera y no es necesario que lo sea para que nos impacte. No tiene miedo a mostrar las cosas tal como son ni romper estilos establecidos para crear grandes productos cinematográficos. Claro, también tiene la música melancólica y afligida acompañando sus imágenes, también tiene lágrimas y escenas de amor, también tiene romance y adolescentes; pero eso no es lo que hace un buen drama, no se ve reducido a eso, Iñárritu dota a sus historias de humanidad, sentimiento y desilusión, no es necesario mostrarnos protagonistas contentos al final de la película donde ya hayan entendido la vida y madurado emocionalmente; a veces los finales pueden presentarnos protagonistas tristes al borde del abismo (literal y metafóricamente) listos para madurar o en pleno conflicto que sabemos no será fácil de resolver, claro está ¿desde cuándo la vida fue fácil de resolver?


Y así como admiro el cine de este gran director y más específicamente su manejo de personajes, emociones y conflictos; quisiera algún día crear historias como él, historias que no caigan en clichés juveniles o dramas familiares del momento que pasan sin pena ni gloria por la cartelera. Alejandro G. Iñárritu es capaz de mostrarnos lo más profundo y hermoso en conflictos que podemos ver una y otra vez en el cine, pero con un toque de realidad que nos lleva a la más profunda empatía posible, y eso es lo que persigue justamente el cine: la capacidad de sentir junto con el protagonista, tarea que logramos gracias a este asombroso director.

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